Síndrome de Ondina

Cuentan que eran bellas y hermosas estas ninfas del agua. Además, inmortales. Los dioses que nada dan gratis, les habían ordenado que jamás  se fijaran en un  mortal. Una de ellas, Ondina, por esas cosas del destino, se enamoró locamente de Hans – apuesto noble – “cuando el deber sucumbe a la pasión.” Pudo más el amor que los privilegios; para que este se cristalizara debió renunciar a los atributos de su linaje. Engolosinado el día de su matrimonio pronuncio Hans estas palabras: “cada aliento que dé mientras estoy despierto será mi compromiso de amor y fidelidad hacia ti”. Desobedecer a los dioses tiene un precio: pobre Ondina, su hermosura y juventud se fue apagando. El esposo frustrado al notar lo efímero de su belleza, buscó consuelo. Con tan mala suerte el triste Hans, fue atrapado infraganti en pleno adulterio. La ninfa engañada le castigó en forma enérgica: “mientras te mantengas despierto, podrás respirar, pero si alguna vez llegas a dormirte, ¡te quedarás sin aliento y morirás!” Despierto para sobrevivir. Por agotamiento y exhausto se quedó dormido y falleció.

En medicina se denomina síndrome de hipoventilacion central congénita y además de su naturaleza hereditaria, lo vemos como complicación de cirugías del segmento cráneo cervical. Se describe en lesiones de unión bulbo medular y el sustrato es una alteración en el sistema nervioso autónomo. Este sistema conduce el milagro de la vida, es el rosario de impulsos involuntarios que desde el sistema nervioso central mantiene en automático todas las funciones viscerales (respiración, frecuencia cardiaca, digestión y metabolismo). ¡Es el responsable, el motor del árbol de la vida!

Se me antoja imaginar a Colombia como un lago inmenso cuyo estado social tiene unos valores esenciales: las ninfas de los derechos fundamentales. La dignidad humana, el interés colectivo por encima de la ambición individual, la solidaridad y la equidad. La oportunidad de expresarnos y de elegir en esta democracia en construcción. La protección de los débiles y la redistribución de la riqueza para que los atributos que llevan a una vida digna no sean solo párrafos de una Constitución fantaseada.

La educación, la salud, el trabajo son  ingredientes de una vida digna. Igualmente la alimentación, recreación y  protección en la vejez. Estos valores son las metas de las políticas sociales del estado y en donde la fusión de gobierno y ciudadanos, unidos, pueden lograrla. Allí cobra importancia la vigilancia, el control y la sanción social para que los recursos destinados a cumplir estos mandatos lleguen a su destino.

La libertad de expresarse y la protesta tienen una enorme fuerza para alertar y cuidar celosamente estas transferencias y su limpia ejecución. Los pasivos de los hospitales públicos, Sincelejo y Montería por ejemplo, no se solucionan destruyendo las edificaciones y tumbando sus paredes. Hay que protestar y exigir sanción para los ladrones que se los robaron. Que sientan la justicia y paguen en cárceles su delito. Así respondemos al clamor de sus habitantes y pacientes  afectados. Estas son las protestas proactivas y distantes por supuesto de las del bandidaje y vandalismo. Hoy, estudiantes de una universidad en Antioquia, con firmeza, expulsaron a encapuchados que pretendía robar pipetas y distorsionar la marcha estudiantil. Esta es la universidad beligerante que nos gusta y no la que se desquita y ataca inmuebles emblemáticos como ICETEX.

Despiertos para sobrevivir y enérgicos  para cuidar nuestra democracia: es el deber de los colombianos. No nos puede pasar lo del pobre Hans.

@Rembertoburgose

Publicado: noviembre 22 de 2019

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